Marion Jones y el deporte salvaje
Hay un discurso posibilista y bien pensante que condena al unísono que Marion Jones haya incurrido en doping para competir. La lucha contra las sustancias prohibidas, la batalla contra los tramposos, ponen a los que esgrimen esos argumentos en un plano de bondad e inocencia que es tentador para ocupar. Todos queremos condenar al deportista dopado y que las medallas le correspondan a quien ganó en buena ley. Pues bien, alguna medalla despojada a Marion Jones le cae a Ekaterini Thanou, una atleta griega que fue segunda en los 100 metros en Sydney y que, cuatro años más tarde, tuvo pedido de cárcel en su propio país por no asistir a un control previo al inicio de los juegos de Atenas 2004. Thanou no fue mejor que Jones, sólo le faltó tiempo para hacer lo mismo que la norteamericana con su cuerpo. Bajo toda sospecha posible, eludió los laboratorios preventivos de los Juegos y huyó. Ahora, una medalla de Jones puede caerle a su pecho, sin más.
La experiencia me ha enseñado a no intentar encontrar valores supremos en el deporte de alta competencia. A todos nos gustaría que fuera de otro modo y queremos creer que el deporte profesional puede ser noble. Y es verdad: puede ser noble pero su fin no es la nobleza. En su camino puede tener virtudes y exhibir grandeza humana, pero no es lo que lo motoriza.
Ningún atleta de alta competencia puede afirmar que el deporte a ese nivel mejora la salud. Más bien la empeora. La moral que vale es la del vencedor y la del buen perdedor. Por eso los casos de buenos perdedores son aislados y por eso tampoco hay buenos ganadores: la victoria genera soberbia, egoísmo, revancha, venganza. El deporte social, el deporte como herramienta de transformación, precisa de los atletas de elite para dar a conocer su mensaje, pero no para implementarlo.
Pero a todos nos gustaría y nos deja bien parados el predicar enseñanzas donde el deporte transmite lo que uno desea que fuera la vida. Los valores del deporte, los reales, rara vez anidan en la órbita profesional. Por un Cachito Vigil hay cientos de conductores de grupo con el triunfo como única estación de llegada.
El deporte-espectáculo es una parte deformada de nuestra sociedad. Y es una deformidad por la que en ocasiones pagamos cifras obsenas en tickets de reventa para poder mirarla.
Así de raro, así de cruel, así de fascinante. No veo una culpable en Marion Jones.
Labels: atletismo, doping, reflexiones
3 Comments:
Muy buen punto de vista, realmente
¿Es casualidad que estos casos se sepan cuando los deportistas ya no son relevantes para una marca?
El deporte es salud, el deporte de alto rendimiento es detestable y pone en riesgo la vida de los atletas, claro que el año que viene seré el primero en sentarme frente a la tele para ver los JJOO
Es verdad, nunca tuve la lucidez para alejarme y ver al deporte de otra manera que la mayoría de la gente lo vemos y me parece interesante tu visión.
Es como creer que la ciencia encontrará la cura a distintas enfermedades por amor a la ciencia y no porque hay motivaciones económicas que permiten su desarrollo.
Los deportistas de "elite" si no tuviesen detrás sponsors que pongan la tarasca para que se sigan desarrollando en sus respectivos deportes, seguramente no caerían en la tontería de destruir sus físicos en pos de ganar una competencia y las regalías que eso conlleva.
Me fui al carajo no?
Saludos.
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